sábado, 22 de septiembre de 2018

“LOS AÑOS TRISTES” POR MIGUEL ILDEFONSO.





“LOS AÑOS TRISTES”

Por: Miguel Ildefonso

Cuando decimos “te amo con locura” ¿acaso solo expresamos una intención de ruptura con cierto orden interno? Es verdad que el amor, también, rompe muchos esquemas sociales. Desde La Ilíada con Helena y Paris, hasta Romeo y Julieta, tenemos en la literatura muchos casos épicos de cataclismos amorosos. Sin embargo, algo sucedió cuando apareció Las penas del joven Werther en 1774; la salida ante la imposibilidad del amor trajo la agresión hacia uno mismo de un modo abisal; la eliminación consciente de uno mismo, la autoeliminación, entonces, se volvió una forma de mantener no solo el orden social, sino, también, el orden interno, mental.  Nadie ama con locura; decir “te amo con locura” solo es una frase que contiene cierta dosis de desafío, de mostrar retóricamente en quien lo dice la intensidad de sus sentimientos.

En la novela breve Los años tristes (novela no apta para suicidas) (Ediciones Altazor, 2018) de Charly Martínez (Lima, 1984), nos hallamos con una doble historia de amor, dos historias de amor inconclusas. Una es la desventura del escritor con su musa, Letea. La otra historia, aparentemente subordinada a la primera, es la no menos apasionada relación del protagonista con la literatura. Si bien, por un lado, el fracaso amoroso de Charly Molina Tapia incrementa su deterioro mental y sus intenciones suicidas; por otro, encuentra cada vez más una tabla de salvación en la literatura, la cual nunca lo abandonará, como lo fueron abandonando, aparte de Letea, su abuela, su media hermana y su madre.

La historia de Charly, protagonista de esta novela, por eso, además, es la de la resistencia de mantener la lucidez, es la lucha para que la lucidez no lo abandone, porque como ya se dijo: nadie “ama con locura”, y menos en estos tiempos en que el éxito es la meta de todos, y el éxito de hoy es encumbrarse en el orden existente o del sistema. Ya no hay cataclismos. De ahí que su amor por la literatura sea, finalmente, de fracaso también, porque se trata de un escritor que no halla un lugar en la sociedad, no consigue el éxito; es un escritor que se mueve en los márgenes de una ciudad (o un país) donde la literatura está excluida. El protagonista (podríamos decir el autor también) es un lector de los existencialistas, o de escritores y filósofos que penetraron el alma atormentada, como Kierkegaard, Dostoievski, Nietzsche, Kafka; se podría mencionar también a Robert Walser o Thomas Bernhard. Entonces, por eso, tal vez, y conociendo las reflexiones del protagonista, vemos que no encaja en esta sociedad del consumo, pues su modelo de escritor es de la época de la Gran Novela, que según algunos acabó a inicios del siglo XX, digamos que con James Joyce.

Charly Martínez ha publicado conjuntos de relatos bajo títulos como Las púas y otros cuentos, Yo maté a Arquímedes y otras historias y El infierno está lleno de memoria. Este, Los años tristes, es su ingreso en el relato de largo aliento. Su universo de Ate Vitarte, de una Lima donde linda lo marginal con la modernidad fracturada, crece con esta, al parecer, novela semiautobiográfica como la de Goethe con su novela epistolar mencionada. El Este de Lima tiene a su narrador en Charly, que hará que esta parte de la megalópolis no quede para la literatura (parafraseando la etimología de la musa de esta historia) en lete, es decir, en el olvido.


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