NUEVA
CRÍTICA DE LA RAZÓN PURA (EN POESÍA)
A propósito del libro
de poemas “Lírico puro” de Willy Gómez
Migliaro
Por:
César Ángeles
imagina
la tristeza de la insatisfacción
viaja
como un sonido el amor
(Lírico
puro: 82)
Luego
de un largo recorrido en escritura poética, con ocho libros publicados y
diversos reconocimientos a su trabajo con el lenguaje, Willy Gómez Migliaro
(Lima, 1968) entrega su novena, en suerte de sinfónica sensorial y conceptual,
simultáneamente. Lírico puro es un libro que representa un reto mayor
para lectores exigentes de poesía. Consolida la trayectoria personal de este
autor, procurando un lenguaje que no solo lo distinga sino que plasme su utopía
vital, así como su conceptualización del arte y la literatura como unificados
territorios de la conciencia, la desalienación e inagotable espacio para hurgar
en las posibilidades creativas de cada uno de nosotros.
Conocí
a Willy G. entre los 80 y 90, dentro de las movidas artísticas y literarias del centro de Lima, y
doy fe de su compromiso apasionado, desde aquel entonces, no solo con el
trabajo desde la poesía, sino, como parte de lo anterior, desde su activismo
para hacer que la creatividad, sobre todo de los jóvenes de entonces, circulase
en diversos formatos: fanzines, revistas, libros (no es baladí acotar que las
dos revistas literarias que dirigió se denominaron Polvo enamorado y Tocapus,
que nos remiten al conceptualismo barroco quevediano y la herencia andina: dos
notorias marcas en la poética de este autor). Y en una época difícil donde la
vida discurría entre la guerra interna, la movida contracultural, sobre todo en
Killka avenue, los conciertos de rock subterráneo, y la represión filofascista
de los gobiernos de Alan García y la opaca dupla Fujimori-MonteSINos. Luego,
nos perdimos de vista un buen tiempo por viajes y demás circunstancias. Ahora
que leí y releí su más reciente opus, provocadoramente titulado Lírico puro
(Hipocampo editores, 2017), escribo con placer estas líneas.
Me
explico. Digo que es un reto para
lectores exigentes de poesía, por su sintaxis adrede concisa, el trabajo de
resignificar la realidad misma con sus elementos más cotidianos (un minimalismo
urbano y campestre recorre sus poemas) que se orienta a sustraerlos del marco
usual en que habitan otorgándoles nuevos giros significativos, desde una nueva
sensibilidad poética, hacia un encuentro vital de los lectores con la vida
misma y sus elementos. En este sentido, elementos cotidianos y familiares
recuperan una vida perdida entre la rutina. Hace poco, escuché al poeta chileno
Raúl Zurita decir que el mayor acto poético estaba en cualquier gesto de
cualquier persona. Es decir, la vida misma es poesía. Y de aquello trata este
libro de sobrias tapas blancas (como la de otros libros de este autor, además).
Así
que la pregunta central, y por eso mencioné lo de provocador, es qué entiende
W. Gómez por el par semántico ‘lírico-puro’. Pienso que esta poética transcurre
entre la parquedad abstracta de Adolfo Westphalen y el conceptualismo
expresionista de Martín Adán, vinculada a un sentimiento cotidiano de estirpe
valdelomariana, en la veta común que magistralmente impulsó luego la poesía de
César Vallejo. Es decir que también un sentido materialista-dialéctico opera en
esta poética. Los nombres citados nos remiten a la actual estación de Willy
Gómez, donde lo lírico significa la desarticulación de un lenguaje establecido
endeudado a una rutina de palabras que nombra la realidad. El autor realiza
esta operación lingüística y cultural recolectando experiencias, palabras,
sentidos y personajes desde la cotidianeidad más banal y afín a nuestras vidas.
Solo que la composición sintáctica de los poemas de este libro otorga al
conjunto una aproximación diferente hacia la realidad misma.
El
referido lenguaje rutinario ha trocado por otro que exige del lector una nueva
relación sensitiva con esa realidad. De ahí que ‘lírico’ suponga romper con la
narratividad al uso, con la mera construcción de mensajes apelativos (aunque
los poemas están planteados desde un sujeto apelativo constante, de otro tipo),
vacuos, carentes de vitalismo; para reconducirnos hacia un discurso casi
postverbal ya que, entre tanta variada terminología, no oculta su tendencia,
por ejemplo, al silencio trílcico de Vallejo, así como al de los otros dos
poetas vanguardista citados. Y esa es la ‘pureza’ a que se refiere el título
del libro: a esa suerte de desalienación en la relación sujeto-objeto, al
comprometer al lenguaje y sus usuarios en otra relación con la realidad,
mediante una palabra tensionada hacia otra forma de decir donde los objetos se
vuelven prota-agonistas, resignificando la experiencia de la realidad misma.
Esta suerte de extrañamiento cotidiano nos conduce también a un ejercicio de
intensificar la conciencia de los sujetos usuarios del idioma, mediante una
suerte de hiperrealismo (que evoca el trabajo de Georges Perec y su poética de
los objetos, desde una subjetividad y percepción diferentes a las usuales
recreando el binomio palabras-cosas, lo infraordinario; es decir, una
observación apasionada y asombrada de lo usual que cuestiona siempre lo
incuestionable, recuperando una fresca mirada de flaneur que pintase
incesantemente el mismo cuadro, tal un impresionista).
Por
lo que este título es como una trampa en clave irónica, ya que podría hacernos
imaginar una poética y un sujeto poético alejados de la concreción real, según
la antigua concepción del artista en su lejana torre de marfil. Nada más
errado. Se trata, en cambio, de ejercer la poesía como un activismo
político-social donde se rearticula la relación del símbolo lingüístico (la
palabra) con los referentes de realidad que expresa. Y esto es meterse con la
comprensión del mundo (en línea con el pensamiento de Wittgenstein, y la
proposición 5.6 de su Tractatus
Logico-Philosophicus: “los límites de mi lenguaje significan los límites de
mi mundo”). De ahí que un ejercicio de filosofía y ontología
materialista-dialécticas estén la base del lenguaje de este destacado autor
peruano.
Todo
lo anterior nos conduce al otro aspecto ya mencionado de la poética de Willy
Gómez: la perspectiva utópica que le viene desde libros anteriores (como, por
ejemplo, en el magnífico Nada como los campos -2003-, según veremos al
respecto de Lírico puro). Y es que si se trata de refundar la relación
alienada y rutinaria de las personas con lo previsible su cotidianidad, esto se
logra no solo resignificando los fragmentos de dicha realidad estallada, sino
visibilizando diversas fuerzas regeneradoras dentro y fuera del propio ser
humano. Este lenguaje poético apunta al mismo ser interior de las personas, a
esa voz antigua, irrenunciable y muchas veces silenciada que nos conecta con la
inocencia primigenia de todos nosotros, desde el nacimiento. De ahí que la
infancia sea un espacio armonizador importante en la poética de Willy Gómez (al
respecto, sugiero leer los hermosos poemas de las pp. 39-40, p. 106, y el
nostálgico de p. 114), y de la mano con ello su imbricación con la naturaleza
misma, con sus territorios, habitantes, luces, colores, temperaturas, con el
cuerpo mismo de las personas en sus movimientos, recordándonos que vida es
movimiento mientras que muerte es enfriarse como una piedra, como un trozo de
realidad sin sentido e inane.
Detengámonos
en un poema como el de la p. 92, que se inicia mencionando el uso de madera de
árboles y cueros de animales para fabricar utensilios cotidianos como fajas,
correas perforadas, hebillas, calzados, neumáticos. El poema concluye así: y
acaso una actitud de permanencia cierta/ vuelva con sus rudimentos de belleza
por venir/ una montaña un lago también
parte toda sensación/ de escalar 4800 msnm luego/ devolver los calzados con
púas/ y elegir otra partida. Como decir vuelta a la otra margen,
evocar la mano desasida, para citar memorables versos y títulos de los
referidos Westphalen y Martín Adán, respectivamente: poetas metafísicos y
también utopistas (Cf. el poema de p. 93 en Lírico puro);
quienes, en la primera mitad del siglo XX, a su modo propiciaron un
cortocircuito verbal y existencial con la realidad social, hacia un ideal agónico
(de agon: combate) de plenitud, redención y armonía esencialmente
interiores.
En
el caso de W.Gómez, su utopismo se impregna no tanto de reflexiones abstractas
ni metafísica sino más bien del materialismo vallejiano (en esta misma línea se
hallan otros poemas como, por ejemplo, los que se leen como díptico en las pp.
46-47, donde se plantea la contradicción entre máquinas y artefactos sociales
con relación a la naturaleza y la esencia humana, en suerte de resimbolización
de la contradicción enfermedad-sanación, vinculada a otra contradicción como
alineación-conciencia plena del presente). De ahí que, entre la recolección de
elementos urbanos y rurales, aparezcan las clases sociales como parte
ineludible del paisaje social y la convivencia humana (como en el poema de la
p. 53, que aborda la propiedad y sus enrejamientos proliferantes en esta época
de capitalismo tardío, o de temor contra las multitudes populares excluidas del
festín elitista en los extramuros del mundo, digamos; o el poema de la p.62 que
establece el sentido de ir debajo de las palabras, al otro lado del discurso
establecido, apuntando a un simbólico ‘salto mortal’; o el de la p.64: “al
doblar mangueras al escuchar adentro/su canción de resistencia/de
plásticos rotos”, entre varios otros poemas de esta estirpe).
Willy
Gómez, maguer lo que pueda aparentar su título Lírico puro, está muy
atento a los sucesos de las personas, sobre todo del campo popular. Así también
lo evidencia el poema de p. 94 que recrea el trabajo proletario sumergido en la
peores condiciones posibles, en pleno siglo XXI, por un orden capitalista que
se vale aún de prácticas esclavistas e informales, contradiciéndose la imagen
idealista de prosperidad asociada a este sistema, donde los trabajadores son
expuestos a morir por la usura del capital y sus perpetradores. La poesía de
este autor hurga y revela, entonces, aquella microfísica del poder; situándose
en las coordenadas planteadas por Michael Foucault, quien rastreó las formas
más secretas del poder disciplinario y alienante que mete sus pezuñas para
conquistar conciencias en ámbitos de realidad insospechados y, por ello, poco
visibles al común de los mortales.
Al respecto, un poema poderoso es el de la p.
75 que es una épica del fuego; lo que me evoca, además, la poética de un
artista visual como Juan Javier Salazar (1955-2016), quien produjo algunas
geniales obras perfomancísticas como aquella de un rayo hecho de madera
sembrado de cerillas de fósforos. Pienso que, en esta línea, incluso en los
materiales residuales resimbolizados por Willy, sintoniza con aquel artista, en
su común minimalismo conceptual que caracteriza ambas disciplinas (escritura
poética y arte visual) como productos sociales, vinculadas indesligablemente
con la realidad misma, y sus sujetos productores y usuarios.
En
ambos autores, además, se plantea un compromiso creativo afín con su público,
hacia redirigir (y rediseccionar) la mirada, en suerte de activismo de
conciencias para un mayor sentido crítico con el entorno urbano y natural. El
arte y la literatura son entendidos y practicados como espacios de activismo
poético y político, desde el mismo trabajo con el lenguaje (en el libro Nada
como los campos, la vinculación con el territorio y la historia andina,
avasallados por la conquista occidental en su fase precapitalista, es más
evidente y cantada de manera simbólica,
recordando mucho la poética de Juan Javier Salazar: por ejemplo, en los poemas
“Las batalla del Perú”, que evoca la imagen-cuadro “El animante”; o la voz de
fardos andinos como potenciales voces regeneradoras de la decadencia de un país
articulado a un orden occidental que lo excluye, apabulla, reconvierte y
degrada, como en el poema “Comuna del macabro paraíso invisible”, y también en “Valle incrustado / oda a la
pintura peruana”, como en el precioso “Orilla”, lo cual evoca el concepto de
lluvia interior regeneradora planteado por Juan Javier -y asimismo, en parte,
por los colores intensos de Humareda o Polanco para representar una ciudad de
cielo gris como Lima y su historia oficial u oficiosa-; y también en el poema
“El manantial”, donde vuelve sobre el motivo plástico de Salazar de “Parece que
va a llover”, parodiando el popular tema musical salsero donde el cielo llueve,
y Salazar lo resignifica como lavarnos por dentro desde la tierra y la historia
antigua del país).
En
este sentido, Lírico puro representa una resistencia desde el trabajo
con el lenguaje. Una poesía de transformación hacia una vida (y un lenguaje)
resignificada y revitalizada en los intersticios más inesperados. Ese es el
asombro que provocan las libres asociaciones establecidas entre sus múltiples,
proliferantes, versos y poemas, que nos interpelan de sorpresa en sorpresa
acerca de cómo puede la experiencia sensorial cotidiana cobrar tantas nuevas
sonoridades, texturas y reformulaciones, merced a la perspectiva crítica del
poeta. Y esto es lo que promueve un pacto
tácito con lectores que deben exigirse al máximo para establecer
comunicación con el planteamiento del libro blanco, de esta novena sinfonía en
poesía de vanguardia permanente, anticapitalista, antiutilitaria, de
irrenunciable estirpe humanista y al borde del socialismo también. Algo que no
debiera sorprender si consideramos la procedencia de su autor, así como su
historia personal articulada a la calle y su juventud rebelde, su conciencia
orgullosamente generacional desde los 80-90, sus esperanzas, su sostenido
trabajo en pedagogía (escuelas y talleres de escritura), y su conciencia lúcida
de las desigualdades e injusticias históricas de un país como este.
El
mayor triunfo de la poesía se da, entonces, en una época cuando las sombras del
poder se ciernen nuevamente ávidas y grotescas sobre estos territorios,
retorciendo con sus engranajes la alegría y el sentido de vida de cada
habitante. En este sentido, la de Willy Gómez es una poesía que libra múltiples
y generosas batallas desde su territorio, desbrozando retos, caminos, y un
lenguaje renovado con frescura y arrojo que, a la vez, compromete de muchas
formas a sus lectores. Todo lo cual debe nutrirnos y alegrarnos, e incitarnos a
seguir con interés el camino creativo de este autor que se halla en cabal
plenitud poética y dominio de sus dones.
enero
2018, lima la P – neovirreinato del perú
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