jueves, 29 de octubre de 2009

EL ARTE DE LA DESTRUCCIÓN POR MIGUEL ILDEFONSO.


“EL ARTE DE LA DESTRUCCIÓN”

Por: Miguel Ildefonso

En El arte de la destrucción (2006) Raúl Heraud (Lima, 1970) nos presentaba la crónica de “la casa devastada”, habitada por una familia testigo y víctima de los estragos del tiempo: “Mi casa se pudre en su dolor”. La casa era metáfora de un espíritu afectado por fuerzas internas y externas: “La casa está vacía/ aquí hubo una vez un hogar/ una mesa con el pan caliente”. La voz poética nos presentaba la crisis de un mundo cerrado, particular (“este es el demencial mundo habitado/ este su hondo hijo ciego”), que, a su vez, se hacía social, colectiva, de la “humana inhumanidad” (“quién no se ha revelado/ contra el sagrado equilibrio del universo”). Poética entre lo intimista (“por las tardes/ él construye su florido mundo/ con palabras traumáticas”), lo gótico (“es en esta enorme casa de máscaras/ donde la calma se parece tanto al deceso/ tumbas iluminan jardines de tinieblas/ ríos colmados de penas exquisitas/ apagan mis lúgubres recuerdos”), la ironía (“ángeles yacen tumbados al final del día/ cansados del trajín de la predica”), la denuncia (“son potencialmente asesinos/ de gente como yo”) y la crítica (“mis hermanos/ antropófagos conocidos/ cuelgan su hambre del oscuro dintel”). Uno de los mejores poemas, que representa su utopía, es Las ratas: “Cuánto tiempo hay que esperar,/ tiremos por fin la casa abajo/ corramos, salvémonos,/ cada uno por su lado/ después tal vez/ nos encontremos,/ agarren a los niños/ no olviden sus corazones,/ la memoria abandónenla/ es demasiado dolorosa,/ quémenlo todo/ indiferencia/ brutalidad,/ corran cada uno por su lado/ olviden los espejos, los cuadros/ los relojes,/están enfermos,/ olviden la mesa de ayer/ los insultos/ los golpes/ olviden las lágrimas/ las páginas escritas/ los famélicos clavos/ las mañanas muertas,/ corran cada uno por su lado/ tal vez algún día nos encontremos,/ dejen sus bocas/ los rencores antropófagos/ tiren los ojos y las manos al fuego/ ya no son necesarias,/ destruyan las máquinas de dolor/ el tiempo/ destruyan todos los tiempos/ presente y pasado,/ asesinen los recuerdos/ los adjetivos/ no les tengan compasión,/ huyan/ huyamos de una vez,/ cada quién con cada cuál/ quizá algún día nos encontremos/ en cualquiera de nuestras acostumbradas/ tardes de sangre/ odiándonos y perdonándonos/ como siempre,/ pero juntos hermanos,/ juntos”.

El arte de la destrucción es uno de los interesantes aportes poéticos que nos acerca a una época, la que empieza en los años 90, del cual fue y es testigo el poeta.

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