viernes, 8 de octubre de 2010

EL NOBEL DE LITERATURA. “VALE UN PERÚ” POR RICARDO GONZÁLEZ VIGIL.


LITERATURA

“VALE UN PERÚ”

Por: Ricardo González Vigil*

En lo que va del presente milenio ningún Premio Nobel de Literatura más justificado que el que acaba de ser otorgado a nuestro compatriota Mario Vargas Llosa. A diferencia de otras veces, que genera reacciones adversas, esta vez el Nobel ha sido lo que esperamos de su fama: un premio noble.

Resulta impresionante la lista de obras magistrales que le debemos a Vargas Llosa: “La ciudad y los perros”(1963), “La Casa Verde”(1966, un monumento de la narrativa hispanoamericana), “Los cachorros”(1967, joya absoluta), “Conversación en La Catedral”(1969, otro monumento), “Pantaleón y las visitadoras”(1973), “La tía Julia y el escribidor”(1977), “La guerra del fin del mundo”(1981, su libro más ambicioso y totalizante), “El hablador”(1987, memorable comunión con la óptica mítica), “Elogio de la madrastra”(1988), “Los cuadernos de don Rigoberto”(1997), “La fiesta del Chivo”(2000) y “Las travesuras de la niña mala”(2006). Con mayor razón ahora puedo formular un juicio que emití hace un cuarto de siglo, cuando le concedieron el Premio Príncipe de Asturias en 1986:

“En el campo literario, Vargas Llosa es uno de los dos mejores novelistas hispanoamericanos en actividad [el otro es García Márquez]. Autor de ‘La guerra del fin del mundo’, una de las cinco o seis mejores novelas del idioma, y de un racimo espléndido de otras novelas que, como conjunto, no admiten parangón en las letras hispanoamericanas. [...] Pocos escritores en español han elaborado un universo tan orgánico, un estilo tan intransferible [con hallazgos de recursos técnicos, originales a nivel mundial], como Vargas Llosa, influyendo en incontables autores peruanos y extranjeros”. (El Dominical de El Comercio, 1 de junio de 1986).

Cabría añadir que es el novelista hispanoamericano más multiforme por las tendencias creadoras y los géneros abordados: realismo, imaginación onírica, literatura fantástica y real-maravilloso amazónico; relato de aventuras, novela histórica, policial, política-ficción, narración erótica, etc. Y posee una pericia en la arquitectura narrativa y el montaje de puntos de vista sin parangón en la narrativa de lengua española.

Pero mi alborozo es tan grande por el Nobel concedido a Vargas Llosa, que quiero terminar esta nota con palabras más cálidas y personales. Leí por primera vez a Mario en 1964, cuando yo cursaba cuarto año de secundaria, y “La ciudad y los perros” fue, a la vez que mi primera lectura fascinada de un novelista peruano (a Ciro Alegría recién lo disfruté en 1965, y a José María Arguedas en 1966), mi descubrimiento del lenguaje narrativo de la “nueva novela”. Hasta entonces, no había ingresado a las innovaciones introducidas por Joyce, Proust, Kafka o Faulkner.

No solo eso: mi corazón adolescente se identificó para siempre con los protagonistas de “La ciudad y los perros”, luego con los de “Los jefes” (lo leí inmediatamente después), más ese Zavalita de “Conversación en La Catedral” que marcó a mi generación con su problematización de la realidad nacional.

(*) Crítico literario

08/10/2010

Fuente:
Diario “El Comercio”

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