sábado, 6 de diciembre de 2008

La novela secreta de los beats


En 1944, William Burroughs y Jack Kerouac, por entonces aspirantes a escritores, se vieron envueltos en la estela de un asesinato que escandalizó Nueva York. El episodio inspiró una narración a cuatro manos que permaneció inédita hasta ahora. Además de un fragmento de la obra, ofrecemos la crónica de su gestación y del nacimiento de la contracultura.

Por John Walsh
The Independent
Londres, 2008


Los admiradores de la generación beat saben desde hace años de la existencia de la "Novela del Origen", pero tuvieron que esperar la muerte de un periodista de United Press International para verla en letra impresa. La publicación, en noviembre pasado, de And the Hippos Were Boiled In Their Tanks, [literalmente, "Y los hipopótamos fueron hervidos en sus tanques"] de William S. Burroughs y Jack Kerouac, es un acontecimiento literario, no sólo porque confederó a dos de los tres escritores beat más destacados, sino porque el libro relata una historia –de amistad masculina, obsesión gay y asesinato– que llegó a fascinar a una veintena de escritores estadounidenses. Los lectores que piensan que la obra maestra de Kerouac, En el camino, publicada en 1957, fue su obra de juventud, se asombran al constatar que Hippos... fue escrita en 1944. El protobeat tenía entonces apenas 22 años, y era "un extraño y solitario místico católico" de Lowell, Massachusetts. Su amigo Burroughs, frío, aterrador y entendido en conductas extremas, tenía 30 años; su época de éxito con "El almuerzo desnudo" y "Junkie" empezaría más tarde, en 1959. El tercero de esta troika de visionarios "volados", drogones y sexualmente ambiguos era Allen Ginsberg, el desgarbado poeta judío vorazmente homosexual, cuyo innovador libro, "Aullido y otros poemas", fue publicado en 1956.

Una década antes de concitar la atención pública, los tres estuvieron implicados en el caso Carr-Kammerer. Una noche del verano de 1943, Ginsberg, estudiante de la Universidad de Columbia, escuchó música procedente de la residencia estudiantil del Union Theological Seminary. Llamó a la puerta y preguntó qué era (el Trío n° 1 de Brahms). El admirador de Brahms era Lucien Carr, de St. Louis, Missouri. Entablaron conversación y se hicieron amigos. Carr llevó a Ginsberg a Greenwich Village y les presentó a David Kammerer y al más viejo amigo de Kammerer, William Burroughs, también originario de St. Louis.

Cuando llegó Navidad, se produjeron encuentros trascendentales. Carr conoció a Edie Parker, una rica mujer de Detroit que era novia de Jack Kerouac. Kerouac estaba ausente, en el mar, pero cuando volvió, Edie se lo presentó a Carr en su casa. Carr llevó a Edie a conocer a Ginsberg y le dio a éste la dirección de Kerouac. El primer encuentro de los héroes beat se produjo, prosaicamente, a la hora del desayuno; los tres hablaron de poesía durante horas y más tarde le hicieron una formal visita conjunta a Burroughs para ver qué podían aprender de él. Fue un banquete literario en permanente expansión.

Durante los meses que siguieron, los nuevos amigos se reunieron en el departamento de Edie de la calle 118 y Avenida Amsterdam. Kerouac se instaló allí a vivir con ella y su compañera de departamento, Joan Vollmer, quien más tarde se casó con Burroughs y terminaría muerta de un disparo en 1951, cuando Burroughs, ebrio, se propuso jugar a Guillermo Tell con ella. Por el momento, sin embargo, era una bendición, al final de una guerra titánica, encontrarse en el núcleo de una nueva generación de escritores.

Los acontecimientos verdaderos en los que se basa el libro ocurrieron durante las primeras horas del lunes 16 de agosto de 1944. Carr y Kammerer caminaban junto al río Hudson en Riverside Park, en el Upper West Side neoyorquino. Lucien Carr tenía 19 años y era esbelto, rubio y apuesto. Kammerer tenía 33, un metro noventa, era atlético y musculoso. Se habían conocido en St Louis en 1936, cuando Carr tenía 11 años, y más tarde se habían visto con frecuencia en la Universidad George Washington, donde Carr había participado en los paseos en bicicleta por entornos naturales que organizaba Kammerer, quien se desempeñaba como instructor de educación física. Kammerer era gay y durante años había estado obsesionado sexualmente por Carr.

Los dos hombres estaban ebrios. Se pelearon y rodaron sobre la hierba. Kammerer hizo lo que los diarios calificaron como "una propuesta indecente", presumiblemente acompañándola con la acción. Carr respondió con furia. Apuñaló dos veces en el pecho a Kammerer con una pequeña navaja de boy-scout. Después puso piedras en el bolsillo del otro y lo arrojó al Hudson.

Terriblemente perturbado, fue a ver a Burroughs, quien le recomendó que le contara lo ocurrido a su familia y que consultara a un abogado. En vez de seguir el consejo, Carr fue a ver a Kerouac, quien estuvo con él todo el día: lo llevó a una galería de arte y al cine a ver el nuevo film de Korda, Las cuatro plumas, y vio cómo el joven se deshacía de la navaja arrojándola a una alcantarilla y de los anteojos del muerto, abandonándolos en el parque.

Incapaz de tolerar la culpa, Carr fue a la policía y confesó su crimen. Los guardacostas encontraron el cuerpo de Kammerer en el río y Carr fue acusado de asesinato en segundo grado. Kerouac fue arrestado como testigo material y se salvó por poco de un cargo por complicidad. Cuando Leo, el padre de Kerouac, se negó a pagar los cien dólares de la fianza de su hijo, Kerouac y Edie se casaron en la cárcel para que la familia de ella pagara la fianza.

El juicio se celebró el 15 de septiembre de 1944 y Lucien Carr fue condenado a un máximo de diez años de cárcel. En cuanto se anunció la sentencia, varios escribas de Nueva York se pusieron a redactar sus versiones del crimen. Ginsberg escribió un borrador de su novela "Bloodsong", pero el vicedecano de Columbia lo desalentó, tras decidir que la universidad podía prescindir de una mayor notoriedad. El poeta John Hollander escribió sobre el caso para el Columbia Spectator, el periódico de la universidad. Entre otros que se sintieron intrigados por el homicidio, un crimen pasional gay, se contaron James Baldwin y un joven corrector de la revista The New Yorker llamado Truman Capote.

En octubre de 1944, tras pasar un período con sus padres, Burroughs se mudó a un departamento en Riverside Drive y reanudó sus visitas al departamento que compartían Edie, Joan y Kerouac. Allí fue donde ambos hombres empezaron a colaborar para escribir la novela basada en el asesinato de Kammerer.

Escribieron capítulos alternados, Burroughs como "Will Dennison", un barman de Nueva York, y Kerouac como "Mike Ryko", descripto como "un finlandés pelirrojo, de 19 años, una suerte de marino mercante vestido con sucio uniforme caqui". Aunque muchos de los intereses temáticos y las posteriores obsesiones de Burroughs –drogas, muerte violenta, prostitutas, sexualidad gay, vasos rotos– son evidentes desde el primer momento, el joven Kerouac no se quedó atrás del impávido sabio. "Existía una clara división del material, que establecía quién escribía qué cosa", le dijo Burroughs a su biógrafo Ted Morgan. "No pretendíamos precisión literal, sino tan sólo una aproximación. Nos divertimos escribiendo eso. Por supuesto, lo que escribimos estaba determinado por los hechos reales… es decir, Jack sabía una parte y yo otra. Y ficcionalizamos. En realidad, el crimen se cometió con un cuchillo, no con un hacha. Tuve que disfrazar a los personajes, así que convertí al personaje de Lucien en un turco."

Encontraron una agente, Madeline Brennan, quien elogió el manuscrito y lo hizo circular en algunas editoriales. Durante un tiempo, las cosas parecieron promisorias. El 14 de marzo de 1945, Kerouac le escribió una carta a su hermana Caroline: "Por ser la clase de libro que es (un retrato del segmento ‘perdido’ de nuestra generación, nada sentimental, honesto y sensacionalmente real), es bueno, pero no sabemos si esa clase de libros interesa en este momento, aunque después de la guerra sin duda habrá una verdadera oleada de libros de ‘la generación perdida’ y el nuestro es imbatible en ese campo".

Imaginemos a los editores estadounidenses de 1945 ante todas esas referencias a la droga, las palabras soeces, el contexto gay ("Este Phillip es la clase de muchacho a quien los maricones literarios suelen escribirle sonetos, que empiezan: ‘Oh tú, efebo griego de cabellos color ala de cuervo…") y los momentos alucinatorios (como el pasaje en que dos de los personajes mastican vidrio roto en el capítulo uno), y decidiendo que publicarla sería buscarse demasiados problemas. Ningún editor la aceptó. Burroughs se mostró estoico. "No era suficientemente sensacionalista ni tampoco estaba tan bien escrito ni era suficientemente interesante desde un punto de vista literario. Era algo más bien intermedio. Su espíritu era existencialista, una tendencia que prevalecía en esa época, pero que todavía no había llegado a Estados Unidos. Simplemente, no era comercialmente viable."

Es fácil encontrar al verdadero Kerouac y al verdadero Burroughs escondidos detrás de sus narradores, y ver a Carr y a Kammerer tras las figuras de Phillip Tourian y Ramsay Allen. La conversación en la que Phillip le pregunta a Mike a qué lugar navegará exactamente ahora es un reflejo de lo que Carr podría haberle dicho a Kerouac pocas semanas antes.

Los dos hombres fueron amigos durante toda la vida, pero el libro a veces se interpuso entre ellos. Carr obtuvo su libertad bajo palabra después de dos años de cárcel, se reinventó como Lou Carr, encontró empleo en la agencia de noticias United Press International (UPI), se casó, fundó una familia y trató de bloquear todos los intentos de relatar la historia del homicidio. Pidió que su nombre se eliminara de las dedicatorias (un verdadero honor) que Ginsberg había puesto en "Aullido".

Kerouac, mientras tanto, siguió esperando que algún editor publicara Hippos..., cuyo título había sido tomado de la crónica radial sobre un incendio en el zoológico de St. Louis. A fines de la década de 1950 y durante la de 1960, aterrorizó a Carr hablando de la posibilidad de revivir la novela. Finalmente contó la historia con nombres ficticios en su novela autobiográfica Vanity of Duluoz. Luego, una biografía de Kerouac, publicada en 1973 y escrita por Ann Charters, volvió a poner sobre el tapete la muerte de Kammerer, y un artículo de la revista New York, de abril de 1976, incluyó fragmentos de la novela como si fueran hechos reales. Carr se sintió mortificado de que reapareciera su pasado homicida y que sus nuevos colegas pudieran enterarse. Burroughs ayudó a su amigo a demandar a la revista y ganó el derecho de compartir el control sobre el libro en el futuro.

El albacea de Burroughs, James Grauerholz, visitó a Carr tras la muerte de Burroughs en 1997, y le prometió que no autorizaría la publicación de la novela en vida de Carr. Éste murió en 2005 y es por eso que hoy podemos leer este libro.

No es la más sofisticada de las novelas policiales y no muestra a ninguno de los dos escritores en sus mejores momentos. Pero evoca una época, hacia el final de la guerra, y un lugar, Manhattan, que se ha contaminado llenándose de alcohol, prostitutas, marineros, homosexuales y almas perdidas, todos ellos preguntándose cuándo volverá a arrancar el mundo. Es una fascinante instantánea de una época perdida. Si uno está buscando el vínculo entre los impotentes errabundos de posguerra de París era una fiesta, de Ernest Hemingway, los tipos que viven en los bares de Última salida a Brooklyn, de Hubert Selby Jr. y los jóvenes reventados de Menos que cero, de Bret Easton Ellis, ya no tendrá que continuar la búsqueda.

[Traducción: Mirta Rosenberg]

Sábado 06.12.2008

Tomado de:

http://adncultura.lanacion.com.ar/

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