miércoles, 30 de agosto de 2023

“CUATRO POEMAS REFLEXIVOS DE GIANMARCO FARFÁN CERDÁN”.

 


Continuando con nuestra labor de difundir la literatura del Perú en esta oportunidad publicamos para el deleite de nuestro público lector cuatro poemas de Gianmarco Farfán Cerdán (Lima, 1978) quien tuvo la generosidad de compartirnos parte de su producción poética de su libro Navegar en la palabra. Desde aquí, le agradecemos por la deferencia y le enviamos un cálido abrazo de confraternidad al poeta, periodista cultural y crítico de cine. (CPQ) .

A continuación, los poemas:


Sin mancha

Sílaba

palabra

frase de luz

sereno latido de rojo purísimo

mirada blanca

árbol protector donde trepo

crezco

existo

soy niño

adulto y niño

anciano y niño

renacimiento perpetuo.

Donde los pensamientos son altos nevados

cálidos glaciares cerca al infinito

manos abiertas para tu sonrisa

y tu esperanza

y tus ojos de música.

Donde el silencio

atraviesa todas las almas

todas las rocas

y la niebla de mi espíritu.


Primer aliento

Para hallar

el primer aliento del origen absoluto

el movimiento inicial de todos los latidos

contemplaré

la piel estrechándose amorosa

contra otra piel

para hacer que broten relámpagos

de una mujer y un hombre.

Admiraré

al mar besando

la dócil orilla recostada

una y otra vez

como un amante obsesionado

con el sabor húmedo de su boca de arena

que ignora descansos.

Bendeciré

la mirada feliz de una madre

a su recién nacido desde las estrellas

arrullado en sus brazos

pequeñito

sagrado

maravilloso.

El amor:

despertar primero de la existencia

bellísimo libro blanco

escrito con caligrafía perfecta.

Cuatro letras capitales

musicalmente etéreas

albergues de poemas.

Manantial de colores

sangre del universo viejo

potente palpitar de un ser eterno

en nuestra ridícula fugacidad.

Ojos inmensos

que nunca dejan de ofrecer

su luz.


Diosa ciega

Vives igual

los días de niebla

o de cielos en fiesta.

Divides las almas

en sonrisas que abrigan

miradas que premian

o en rostros secos

(peores que desiertos)

tullidos

condenados.

Construyes tu fe

sobre el extraño equilibrio del tiempo

tratando de mantener el orden natural de las cosas

bajo el sol que brillará mañana

con más ímpetu

luz

ternura

para todos los que respetan las leyes

viviendo en edificios de espejos infinitos

o junto a chacras de frutos jugosos.

No seleccionas a tus cautivos liberados

no ves de qué piel

disfrutas más su fulgor

su aroma

o quién habrá de recompensarte

la rectitud repartida.

Justicia:

diosa ciega

decides el destino de cada ser

sin saber quién es

observándolo con tus ojos vendados

escuchando el color más auténtico de su voz.

En otras oportunidades

eres firmamento centelleante

tierra de quijotescos molinos

mar de agua bendita.

Pero existen ocasiones

en que los príncipes de la miseria

creen estafarte

como nadie jamás pudo antes

mientras tú escuchas atenta

los graznidos de sus voces

los suicidios de sus nombres

para luego sepultarlos

en el olvido o el desprecio

que

llegado el día

son lo mismo


Exquisita seductora

Saber cuándo soltar una palabra

saber cuándo callar.

Discernir

entre un silencio cómplice

que esconde maldad

(bajo siete llaves perdidas)

y un mutis necesario

cuando no hay nada mejor que expresar.

Escudriñar el futuro

evaluando cada rosa de seda

cada espina de acero

de la ruta minada

que a tientas transitaremos

con pies en carne viva

por el escarpado día que vendrá

y no nos perdonará nada.

Arriesgar

sin parecer un suicida más

jugarse el magro pellejo

poner las cartas no marcadas sobre la mesa

frente a los impredecibles días

que lucen cómodamente sentados

en sus sillones Luis XV

ocultos tras sus gafas negras

dispuestos a empujarnos al abismo.

Apostar todas las fichas

todos los recuerdos

los somos

los seremos

y los sueños

los sueños

los sueños

y no morir en el intento

(al menos no en el primero).

Para eso está la inteligencia

seductora exquisita

de fulminantes ojos camaleones

y enigmática sonrisa diamante

(quizás dibujada por Leonardo da Vinci)

que solo algunos hombres y mujeres

versados ​​en el arte mayor de la vida

pueden descifrar

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