viernes, 14 de noviembre de 2008

Sobre “ESTIGMAS DEL SILENCIO” de Henry Córdova Bran por Lúber Ipanaqué

LA POÉTICA DE LA REBELDÍA Y EL AMOR DEL HOMBRE HACIA LA HUMANIDAD

La sociedad es como un condenado que tiene el cuerpo marcado por horribles cicatrices en su piel, un condenado que se encuentra parado frente a un espejo y enfrentado a su realidad. Para terminar con esa condena tiene dos caminos al ver reflejado tanto horror: cerrar los ojos, quedarse parado y decir que es una alucinación o destrozar el espejo y caminar hacia la humanidad verdaderamente humana.

Al leer el libro “Estigmas del silencio” puedo decir que Henry Córdova, miembro del grupo literario “Plazuela Merino”, como parte de esa humanidad, sin lugar a dudas y con admiración, decidió el segundo camino y lo anda de un lado con Javier Heraud y del otro con Vallejo quienes van junto a él diciéndole “camina, camina, avanza tus izquierdas”, y en su caminar halló miles de hazañas, pero la más grande de todas, la gran tragedia y el adorado gozo, es el de amar la humanidad. Amó con el amor del hombre nuevo a los niños, amó a la amada toda Vallejo-pensativa-, amó al obrero explotado en las minas, amó al amigo bohemio, a la madre adorada, al señor de al lado, al burro orate, al perro militar, amó a sus hermanos caídos en Irak y a sus putas con angelical mano obrera. Y amó con una demencial rebeldía, con esa rebeldía que sólo un poeta incapaz de cegarse ante su realidad puede hacerlo.

Y es que el silencio de la humanidad ante tanta barbarie, el silencio de los pobres de Irak ante una guerra injusta, de los obreros explotados, de los niños sin futuro son una marca en el alma, son estigmas que el poeta lleva en el cuerpo, estigmas que jamás serán vistos por miradas comunes. Marcas como las de Cristo y las del Che Guevara, que son la misma persona, son imposibles quitárselas del alma. Henry Córdova entiende que esas son las heridas cicatrizadas con las que anda la humanidad. Pero así como ciertos animales suelen tener estigmas para poder respirar, así como las flores también suelen tener estigmas para poder fecundar, su poesía verso a verso, poema a poema manifiesta la esperanza de que esta sociedad cambiará, y el poeta cree de que hay que hacer algo para lograrlo. Y que mejor acto revolucionario y rebelde que el de las palabras, legión angelical de bellas palabras capaces de destruir el universo y construir aun muchos otros más.

La poesía de Henry Córdova, antes que meramente estética y formal, o experimental, es sumamente humana, para luego ser sustentada por un manejo de la estructura formal y estética del poema con buen dominio, a diferencia de muchos poetas que tan sólo se quedan en la palabra formal y el libro, olvidándose cuál es su fin como ser humano y como parte de esta sociedad, olvidándose de la vida vivida propia y de quienes giran alrededor suyo. La poesía de Henry Córdova es vital y profundamente filosófica.

La poesía siempre ha de servir como una herramienta para cambiar el mundo y destrozar el sistema, para revolucionarlo llegando hasta el fondo del alma como lo hace el poeta de “Estigmas del silencio”, en tiempos modernos donde la gente sólo se interesa en competir, en hacer dinero o “asegurar su futuro”. En tiempos donde nadie ama. Todos tienen miedo a amar, todos tienen miedo a hacer el amor, a procrearse, a extenderse, a discurrir si es que por medio no hay seguridad y dinero. Tiempos modernos, tiempos de tecnología de punta, tiempos esquizofrénicos: ¡Basura! ¡Pura basura! ¡Bien amada seas poesía!

Los versos de Henry Córdova son versos sociales, versos profundamente lacerados por el dolor y la pobreza, versos que se sublevan ante esta sociedad hipócrita y moralista. Versos que llegan a embriagarnos de nostalgia y amor, pero que jamás caen en el maloliente panfleto socialudo de la poesía comprometida.

Me atrevo a decir que la paciencia y la mesura por los que han pasado cada uno de los poemas de Henry Córdova, para ir corrigiéndolos, eliminándolos y recomponiéndolos, serán el preludio de buenos augurios literarios que sólo el tiempo sabrá juzgar, pero que según mi criterio –aun corriendo el riesgo del subjetivismo amigo -hermano (sobre todo camarada)- viene a ocupar un lugar representativo entre los poetas de la buena poesía piurana.

NOTA: Ojala César Mariat se anime a publicar su libro de una vez. Espero no se enoje por atreverme a hacer este comentario.

Lúber Ipanaqué
Integrante del Grupo Literario Plazuela Merino
Piura, 14 – XI – 2008

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