martes, 11 de febrero de 2014

“PALABRAS DE OCCISO” POR MIGUEL ILDEFONSO.




“PALABRAS DE OCCISO DE JONATHAN ESTRADA”

Por: Miguel Ildefonso

Jonathan Estrada (Lima, 1984) publicó en 2008 su primer “cuaderno” de poemas titulado Solobones. El poeta y editor vitartino César Avalos decía en la contraportada de aquel libro: “los textos plasman las experiencias mediáticas de un habitante de la ciudad y su ruido interno. Este ruido es mostrado por la seducción de las palabras, más precisamente por el sonido de ellas. Pero lo que salta a la vista luego de la lectura de estos poemas es qué hay después de ello, hacia dónde va el lenguaje de este autor, o los mensajes, o decide quedarse en el coloquialismo banal, o en un lenguaje provocativo, arriesgado y con ello un trabajo serio en el tratamiento del mismo. Creo que en ello reside la apuesta del libro.” Efectivamente, en ese primer libro veíamos una pugna en el poeta por retratar en su interior la caótica urbe, entre las distintas voces que interactúan en los poemas, entre sus avatares de cemento. “Hay días cual hoy, en que las palabras segregan sombra”, decía. En este mes de febrero acaba de presentar su segundo libro, Palabra de occiso (Kovack Editores), aquí el poeta, tal cual como avizoraba Avalos en el primer poemario, ha potenciado su lenguaje, el coloquialismo se dispara a un nuevo experimentalismo. Igualmente su mirada se ha vuelto más mordaz; la crítica, más visceral. En palabras de José Pancorvo: “Este libro refleja la implosión de la urbe hacia otra inmensidad. Aquí la ciudad entera se va sumergiendo bajo el megatsunami de la configuración poética. (…) Con imágenes muy vigorosas y performances, con frecuente poderío verbal, con adjetivos vivaces y fosforescentes, conjura una urbe poética terrible y trascendente, un plano original una fortuna de realidad, una inmensidad, llana inmensidad”. Aquí un poema de muestra.

Lánguido

Débil…
Como la gota suspendida de la hoja en el crepúsculo de un
   rocío discreto
Que ayunamos sin haber pegado el ojo
Donde los hombres van concretos, derechos,
  consumados…

Cuán lejos hemos de encallar;
Del aplomo y el prestigio,
Del sudor sin remordimiento de bicho,
Descascarándonos…
Tras la ventana, tras el haz del sereno suspendido
Tan madera al viento.

La salida no ha tenido siquiera entrada
Y prendiendo a deambular
Con la suela repleta de apartados ignotos, y caca;
Se afina nuestra brújula de un remallado desvarío
Como a tientas en tinieblas de cegueras ramadas.

Sopor de multitudes
Envuelto en nuestro gélido catado
Gritando ¡tierra! Una vez revueltos
Tras los cientos de naufragios sin puerto
Hojas gélidas…
A punto de escaparse al olvido del bote sin remo.



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