Foto archivo: César Pineda Quilca.
“CONVERSANDO CON
CHARLY AL ESTE DE LIMA”
Por: Miguel Ildefonso
Charly Martínez Toledo (Lima, 1984) es escritor, librero y, como él mismo dice,
un “fantasma”. No asiste a recitales, a veces se le ve deambulando al Este de
Lima, por las calles de Vitarte, en donde vive “buscando
respuestas en las aceras y amor en las paredes”. No estudió carrera alguna, por
lo cual decidió ser un diletante. Sin
embargo, con amigos que conoció hace años en el taller de narración de la
Universidad La Cantuta, “Mario Vargas Llosa”, vates como el hoy editor y
promotor cultural César Pineda Quilca, organizó algunos eventos literarios que,
como suele suceder, contribuyeron a reforzar su vocación.
El año 2009 publicó Las púas y otros cuentos, libro que tuvo
una buena acogida por parte de un sector de la crítica limense. Seguramente
animado por esa recepción, integró los grupos literarios “Locus” y “Di-versos”,
a cuyas reuniones, nos confiesa, ahora ya no asiste. Sus cuentos, crónicas,
entrevistas, ensayos, reseñas, microficciones y poemas han aparecido en
diferentes medios como “Remolinos”, “Sol de Ciegos”, “Letras s.5” de Chile,
“Letralia” de Venezuela, la legendaria revista española “Alfa Eridiani”, “Siete
Culebras”, “La Tortuga Ecuestre”, “Lima gris”, y en los blogs “Nido de palabras”,
y el del “El comercio”. También ha colaborado en diarios de provincia: “Los
Andes” de Puno y “Ahora” de Huánuco. Ha sido incluido, recientemente, en la Nueva poesía y narrativa Hispanoamericana
del Siglo Veinte (2014) editada por Lord Byron editores; también en el Primer dossier de poesía Cuervo Iluminado,
colección de nueva poesía peruana” y en la antología de microrrelatos La vida breve.
El 2011 obtuvo una
preciada mención honrosa en el cuarto concurso narrativo “Ten en Cuento a la Victoria”,
con su relato-thriller Espadas de la
noche, siendo luego considerado en el libro que reúne los trabajos
ganadores de ese certamen.
El 2012 publicó Yo maté a Arquímedes y otras historias (Arteidea
Editores), y el 2013, Tierno (plaquette, Eclosion Editores). Del más
reciente libro que publicó, El infierno
está lleno de memoria (Kovack editores, 2014), nos dice que lo escribió en
un momento difícil de su vida, en el cual pasaba por una decepción amorosa. De este libro el autor ha dicho: “más que de
cuentos se tratan de cantos, cantos al dolor, a la miseria, a la soledad”.
También Charly ha
escrito prólogos, textos de contratapa, y alguna vez hizo de negro literario, y también dirigió
talleres de creación literaria en colegios de la capital. Actualmente vive
consagrado a la lectura y a la escritura en una modesta habitación, desde donde,
según sus palabras, “ataca” con sus comentarios y reseñas tanto en su facebook
personal como en los dos blogs que administra: fantasmadeleste.blogspot.com y laletraquemuerde.blogspot.com.
Ha adoptado el
nihilismo como forma de vida y entiende que “sin dolor, no hay arte”. De
naturaleza solitaria, nos dice que prefiere la compañía de un buen libro antes
que la de un ser humano. Esta es su primera entrevista.
Lo que
caracteriza a tus historias principalmente es su ubicación en lo que llamamos
la narrativa realista y urbana. Cuéntanos, ¿cómo empieza la creación de la
ficción en ti? ¿Parten de experiencias propias, de lecturas?
De ambas, Miguel. Empecé a leer
–como todos nuestros compatriotas aspirantes a escritores, creo- a Ribeyro,
Reynoso, Zavaleta, Vargas Vicuña, Vargas Llosa y a uno que otro por ahí cuyo
nombre no recuerdo ahora. Te diré que me siento muy a gusto escribiendo
temática urbana aunque, muy aparte de eso, también haya abordado la narrativa
rural. Así, en “Tierno” y “Wenceslao” toco el tema de los asentamientos
humanos, como lo hizo Julián Huanay en “Suburbios”. Para mí escribir es como un
tubo de escape por donde desahogo mis problemas nerviosos y mis obsesiones, y
lo hago partiendo casi siempre de conflictos internos y experiencias muy
personales. Mi obra es, como diría Sábato: “la obra de un espíritu
contradictorio”.
Y si nos
acercamos más a las fuentes de esta poética, ¿podrías hablarnos de tus influencias
primeras y actuales? Y, por supuesto, de cómo empezaste con la literatura.
En realidad, me convence muy poco
nuestra literatura (salvo honrosas excepciones) aunque, como dije, haya
empezado a leer a cuentistas nacionales como Ribeyro, Zavaleta, Congrains y
otros que estuvieron entre mis influencias en un comienzo pero que, con los
años, fui haciendo a un lado para darle paso a otros, y que marcarían para
siempre el derrotero de lo que sería mi prosa. Así, entre los del siglo veinte,
descubrí a Vila Matas, Javier Marías, Benedetti, Rafael Sánchez, Philip Roth,
Henry Roth, Virgilio Piñera, Nemirovski, Hesse, Thomas Mann, Kennedy Toole,
Salinger, Carver, Kureishi... Luego leería a los orientales, entre los cuales estarían
Mishima, Kobayashi, Soon Won, Kawabata, entre otros. También he saboreado a los
del boom, entre los cuales están
Bioy, Borges, Lezama, Onetti, García Márquez, Fuentes. Pero siempre he
preferido a los de otras latitudes, más alejadas de Sudamérica. Me agrada mucho
la temática que ahonde en los problemas existenciales del ser humano, puesto
que ese es un problema que siempre ha estado vigente: la desesperación del
individuo. Si no me creen tendrían que leer “Memorias del subsuelo” de
Dostoievski o, yendo a tiempos más actuales, a ver, cito por ejemplo: “Stoner”
de John Williams, que nos muestra la decadencia y mediocridad del individuo en
la sociedad actual. Por eso es que (y aquí sigo citando) “Confesiones de una
máscara” es, para mí, antes que una novela, una introspección en la naturaleza
humana, encontrándola problemática y variopinta, confusa y –mira que no
exagero- incluso aterradora. Así fue mi entrada al mundo literario, primero
leyendo y luego descartando autores que, al parecer, no irían a servirme de
nada para mi preparación.
¿Qué
suceso crees que te marcó para encontrarte con la literatura y hacerla tuya?
Todo empezó a raíz de un remezón
nervioso que sufrí al finalizar el colegio. No tenía otra opción a seguir,
puesto que debido a ese problema no podía estudiar carrera alguna (tuve que
hacer a un lado mis sueños de convertirme en Ingeniero) según prescripción del
especialista que me atendía. Así fue como decidí hacerme diletante… y mi “especialidad”, por llamarla así, sería la
literatura. Ahí fue cuando me puse a escribir. En un primer momento lo hacía
desordenadamente, con poca disciplina, pero con los años llegué a fijarme un
horario y a tomarme en serio el acto escritural. Quería escribir las historias
fascinantes que encontraba en los libros que leía. Recién entonces me tomé en
serio el oficio.
Anotaré que aún me cuesta mucho
sentarme a escribir, pues todavía poseo esa renuencia a plasmar historias. Pero
estos inconvenientes han mermado con los años de práctica y entrega. Sí, es
cierto que escribo pocas horas al día, pero esto se da por mis horarios de
trabajo. Al final del día –entre mi trabajo y la literatura- termino muy
agotado y de mal humor.
Con los años me convertí en un
asiduo comprador de libros viejos de literatura especializada. Así, visitando
librerías limeñas, campos feriales (como Amazonas y Quica) fui descubriendo un
maravilloso mundo de autores que se suicidaban por depresión y otros que eran
internados en el psiquiátrico durante años, pero siempre manteniendo su
envidiable lucidez, y eso me daba fuerzas para seguir adelante, ya convencido
de que lo mío eran las letras.
Dinos,
Charly, ¿cómo fueron construyéndose los conjuntos breves de relatos y cuentos
que has publicado, son cuatro libros? ¿Cómo ha sido el proceso de armar cada
libro?
Mis libros se componen por lo
general de cuatro cuentos, que suelo armar con cierta rapidez. En realidad, más
que cuentos propiamente dichos, se tratan de cantos. Sí. Cantos al dolor, la
miseria y la desolación. No es necesario ser muy agudo para darse cuenta de que
“Tierno” posee un lirismo controlado o que “Réquiem por una princesa” presenta
una intensidad in decrescendo. Ahora
bien, las historias las cojo de experiencias propias, de alguna elucubración
fantasiosa en mi conciencia (recuérdese que he escrito algunas historias
fantásticas), alguna escena vista en la calle, el vuelo de una mosca o alguna
anécdota que haya escuchado por allí. Luego tomo mi libreta de notas (que
siempre llevo consigo en el bolsillo de mi pantalón) y hago las anotaciones
correspondientes. Ya frente a mi PC, en un comienzo armo un primer borrador,
que luego iré corrigiendo, siempre pidiendo opiniones de otros escritores
amigos o de algún corrector de textos. Siempre pulo mis textos hasta quedar
satisfecho con el resultado. En realidad, no se me hace tan difícil escribir
cuentos, pues una vez cogido el hilo no hay nadie ni nada que me detenga. Si
soy breve en mis entregas es debido a esa rapidez mía por publicar y no
quedarme atrás respecto a otros amigos del oficio. Pero igual, siempre he
recomendado no apresurarse y hacer las cosas bien, aunque demoren un poco. Recordemos que Musil se las pasó
encerrado en su habitación durante un buen tiempo escribiendo “El hombre sin
atributos”, apartado del mundo literario que no tenía intenciones de verle,
oírle o leerle.
Ahora bien, mi último libro,
“Réquiem por una princesa” lo escribí en un momento particularmente doloroso de
mi vida. En aquel año 2013 en que concluí este cuentario, tuve que terminar una
relación amorosa que fue muy bella pero dolorosa a la vez. Se puede decir que
este libro lo escribí por amor.
Volviendo
al universo de tu narración, hay un acercamiento al mundo marginal de Lima.
¿Hay detrás de esta visión, pesimista, decadente a veces, entre otras cosas, un
afán de denuncia? ¿Crees que hay un propósito social en tu trabajo con la
palabra?
Nunca, Miguel. Nunca he tenido
ganas de denunciar nada. Para eso están los panfletos políticos y las novelas
rusas del tiempo de la revolución. Pero si acaso en mi prosa se denuncia algo
es el actual estado de desesperación del hombre, y este se da, como tú muy bien
sabes, tanto en los estratos bajos como en los privilegiados, así que no
necesariamente hablo a favor de las clases trabajadoras o con menos recursos,
por lo menos no intencionalmente. Alguien que reseñó mi primer libro de cuentos
afirmó que este denunciaba las injusticias que se cometen contra el hombre
moderno. Bueno, puede ser; pero, como te dije, nunca ha sido mi intención. Mi
prosa tiene objetivos terapéuticos, con ella exorcizo mis demonios internos. Lo
que sí creo es que la humanidad, en la actualidad, vive en un perenne estado de
ostracismo y cosificación, lo cual es muy alarmante. Mis personajes, amigo, - paranoicos,
frustrados, orates - tienden a la muerte,
pero no solo a la muerte física, sino a la espiritual. Tienden al abandono y a
la autodestrucción.
También se ha hablado del llamado
“compromiso del escritor”. Mira, Miguel: el único compromiso del escritor es
escribir bien y no ofrecerle un bodrio a sus lectores. Por allí veo una
cantidad desmesurada de autores todavía jóvenes que pagan por ver publicados
sus trabajos. Mira, en realidad eso no está mal, pero si vas a faltarle el
respeto al lector poniendo en sus manos cualquier baratija literaria entonces
ahí sí es grave el asunto. Peor es lo del plan lector para niños: se corre el
riesgo de quitarles el gusto por leer, debido a que se les ofrece material de
mala calidad.
¿Con qué
escritores actuales de Perú te sientes más afín? ¿Por qué?
Me gusta mucho Miguel Gutiérrez y
el Verástegui narrador. Creo que por novelas como “La violencia del tiempo” y
“Teorema del anarquista ilustrado”, la literatura peruana sigue siendo
considerada en el ámbito internacional. Después el resto es pura chauchilla,
meras repeticiones e historias bien contadas (siempre con honrosas excepciones,
por supuesto). Ojo que siempre he hecho hincapié en esto: la reflexión, la
introspección sicológica en una obra literaria actual es necesaria para que sea
considerada de calidad. Y eso es lo que justamente no hay en nuestras letras.
¿Más escritores valiosos? Pues me atreveré a mencionar a dos más: Gonzalo
Mariátegui y Favio Álvarez Ojeda. Creo que en los dos casos la afinidad se da
debido a la naturaleza oscura que tienen estos señores. Siempre me han llamado
la atención este tipo de escritores, los de culto, leídos por tan solo un
puñado de personas y con pocas condecoraciones en su haber. Creo que los
premios “enceguecen” al lector, le dan una visión sesgada de la obra, creando
en su interior razonamientos equivocados, haciéndole creer que tal o cual libro
es necesariamente bueno debido a que ha sido premiado.
También encontramos a los
escritores sobredimensionados. No diré nombres, pero por ahí he visto a uno que
ha recibido casi tantos homenajes como nuestro Nobel. Los personajes de este
señor suelen ser jóvenes. Este señor se repite en cada entrega. Hastía, aburre.
Su narrativa es plana. No sorprende con ningún giro, no gusta.
Sé que
eres buen lector y sueles hacer reseñas de libros, y participas con opiniones
en tu Facebook; ¿podrías entonces decir cómo ves la literatura peruana de estos
tiempos, en especial la narrativa? Y, sabiendo que eres muy insular, ¿cómo te
relacionas con los escritores, con quiénes?
La literatura peruana de hoy en
día, como dije líneas arriba, es muy mala. Pocas cosas interesantes he leído de
los actuales escritores, sobre todo de los más promocionados. Les falta
sustancia, meollo, algún plus que complemente sus escritos. Todo se pierde en
la técnica y la superficialidad. Yo hago reseñas sobre libros que me hayan
agradado o que tengan cierto valor literario. Sí, es cierto, por ahí he
encontrado buenas propuestas. Además,
muchos de ellos ya no piensan en la posteridad. Por allí le escuché decir a un
poeta conocido que en el día de hoy los escritores –y se refería tanto a poetas
como a narradores- ya no tienen ese afán enfermizo de perennizarse, pues
publican muy rápido y eso era un buen síntoma. Qué equivocado que está. Por eso
ya no salen autores como Borges, Onetti o Kafka, por lo menos no en nuestro
medio.
Ahora, respecto a los lectores: en
la actualidad se lee mucha basura. Todo
lo que nos dicen los libros de autoayuda de Cuahutémoc o Coelho ya lo dijeron
años antes autores como Mann o Hesse; lo que aquí sucede es que la información
ha sido sintetizada, la han hecho “más simple”, para así generar un grupo de
lectores tontos y despistados, que creen que Cuahutémoc o Coelho son los dioses
venidos del Olimpo, dispuestos a sacarnos de nuestros hoyos existenciales.
Pensadores lúcidos como Eco o Cioran ya daban cuenta de lo anterior,
sentenciando que cierto tipo de literatura, y la televisión, era un sistema de
dominio de masas, dispuestos a embrutecer. Ese es el gran problema: vivimos
engañados. Allí radica el quid del
asunto.
En cuanto a mi relación con otros
escritores esta es muy incipiente. Utilizo los medios virtuales para crear
algún vínculo con ellos. Pero en realidad son pocos a los que frecuento. Allí
pondría, por ejemplo, a Verástegui, a Carlos Saldívar, al editor Pineda Quilca,
a Manuel Luque, a Gonzalo Mariátegui o a Víctor Coral, entre otros. Como ves,
son muy pocos. Te diré, estimado Miguel, que soy misántropo, y que debido a esto
es que me relaciono muy poco con los escritores y voy muy poco a tertulias.
Tengo, además, muchos anticuerpos y prejuicios en cuanto a su conducta: sé que
muchos son arrogantes y altivos, dicharacheros y mezquinos, y ese es un motivo
más por lo cual no los frecuento. Yo detesto todas esas poses, más aún si
vienen de autores de menor valía. Me molesta oír hablar a un autor arrogante,
no lo tolero. Ahora cualquiera es “escritor”, y habría que tener muy en cuenta
la verdadera dimensión de esta palabra.
Para
terminar, desde tu experiencia, ¿cuáles son las limitaciones que tiene un joven
escritor del Perú actualmente que quiera ejercer su oficio como un trabajo
estable?
Amigo Miguel, en primer lugar, en
el Perú el oficio de escritor todavía sigue siendo mal remunerado. Un ejemplo
de ello serían las revistas. Todavía estamos en los tiempos en que no se les paga a los colaboradores.
Desde ahí estamos mal. Claro está - y ahora hablo de las editoriales- que
existen editoras nacionales serias que pagan regalías, pero recordemos que son
muy pocas. Si tomamos en cuenta todo esto, entonces el escritor novato tendrá
que buscarse un trabajo de medio tiempo para subsistir. Y eso no es saludable,
ya que el autor deberá de darse casi al cien por ciento para su tarea y eso,
como vemos, no es posible en nuestra patria. Imagínense a alguien que, luego de
venir de su trabajo, cansado y exhausto, trate de escribir una buena cantidad
de líneas y que, además, posean cierta lucidez. Se me viene a la mente el caso
de Ribeyro o el de Faulkner, que con el trabajo pesado y todo escribían genialidades.
Pero esas son magníficas excepciones, pues no todos somos como ellos…
¿Estás
escribiendo un nuevo libro? ¿Qué proyectos tienes en mente?
Si me disculpas,
estimado Miguel, yo nunca hablo de mis proyectos personales, sino hasta que
estén a punto de concretarse. Lo que sí te adelantaré es que el nuevo libro que
estoy escribiendo no es de narrativa, sino que pertenece a otro género.
Lo que sí estoy
haciendo son reseñas de libros. Pueden visitar mis dos blogs donde encontrarán
escritos sobre determinados textos. Invito a los lectores de esta página a que
los lean.
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