domingo, 25 de septiembre de 2011

LA POESÍA COMO RESULTADO DEL SENTIMIENTO INMERSO EN NUESTRO CUERPO. LECTURA DEL POEMARIO “EL HUERTO DE LOS ALIENTOS” DE JOSÉ MANUEL LUQUE.


LA POESÍA COMO RESULTADO DEL SENTIMIENTO INMERSO EN NUESTRO CUERPO. LECTURA DEL POEMARIO “EL HUERTO DE LOS ALIENTOS” DE JOSÉ MANUEL LUQUE

Por: Favio Álvarez Ojeda

La importancia de descubrir un universo en la poesía es tan complicada como distante, un juego de palabras que revolotean sabiamente nuestra mente y todo aquello nace gracias al estímulo directo del sentimiento inmerso en la palabra. Las ideas alcanzan a dar un equilibrio sustancial, aquel punto de encuentro en nuestra imaginación que liberan argumentos e interpretaciones del universo hecho en palabras y las relaciones existenciales que se nos muestra en el texto para enfrentar una realidad tangencialmente cercana. Las voces que dirigen la actividad inductiva del libro pretenden establecer un atractivo interés del lector a través de la psicología. En los hechos observables se puede plantear los acontecimientos extraordinarios y volverlos prodigiosos para generar la empatía activa ya que cada verso desprende manifiestos de credulidad y ensoñación. La voluntad de leer es un acto de solidaridad existencial por sobre todas las cosas y la poesía eleva este mecanismo a estratos insospechables de designio celestial, pues, el arte alcanza a dar con la palabra una verdad que difícilmente el silencio lo puede callar, ya que todo es poesía en el mundo mientras haya sentimiento y aliento de vida.

Variemos un tanto la licencia de interpretación receptiva. En un inicio valoremos el arte que existe en la poesía entre lo que se pretende establecer y lo que se esconde en su interior. Debemos reprimir nuestro egoísmo y no dejarnos llevar. Por los conocimientos previos atinamos a prejuzgar las ideas que con nuestras exigencias de lectores pretendemos visualizar. Un estigma que adquiere raíces sobre un recetario que no guarda relación con la diferencia emocional que existe entre leer un verso al amanecer o en el atardecer, ya que en la poesía todo es relacionable directa o indirectamente.

Existe toda una cualidad receptiva motivada por la voluntad intrínseca de nuestro estado emocional. Uno lee, a veces sin darse cuenta, para mostrar una sonrisa y otras para quizás llorar y aquella predisposición es relacionable directamente al estímulo que hay dentro del arte presente en un cuerpo escrito, un orden secreto donde la pequeñez del sentimiento medita ciegamente ante el preludio incesante e imponente de la razón al interior de la inteligencia. Es sano establecer que todo ya está escrito, pero quién desmiente que lo dicho no puede ser engrandecido. Existe un embellecimiento facial en la forma del lenguaje cada vez más cambiante según las épocas. Debemos afirmar también que en la argumentación lo que prima siempre es la manera cómo se dicen las cosas y en la poesía hay mucho por describir y las aristas son caminos de liberación individual que a veces conducen a una sola luz naciendo libremente una actitud de buen lector.

Miremos la realidad sin ambigüedades, decía un joven personaje al interior de una novela de corte ficcional, dejemos que las palabras guarden similitud con el milagro temporal de la creación evolutiva del presente. Proceder de otro modo equivale a la anulación de una muerte física del libro. El libro cuando está acompañado por ojos que lo leen enciende vivamente la imaginación relacionando las palabras dormidas con el dinamismo emocional del hombre con su lógica receptiva y vivencial. La voz de quiénes no pueden hablar en silencio marca a la poesía en todo un acontecer comunitario inherente a la sociología universal, ya que dentro de los versos converge toda una situación social con marcados síntomas de temporalidad. La lectura que pretendemos realizar no solo trata de enterarnos sobre los aconteceres dentro del orden creativo que se muestra en el libro sino que la comprensión de la praxis poética vuelca una actitud integral del conocimiento y el sentimiento bordeando un estado anecdótico ante el estado creador.

Hay vínculos de causalidad en toda comunicación, solo es preciso reflexionar sobre la forma expresiva de cómo se fue construyendo y sugerir interrogantes, así el arte de la recepción toma lineamientos más precisos que equivale a decir que el receptor realice un adelanto de lo que hay más allá de la lógica común entre lo demás que se enfrenta al presente. Un artista plasma su universo creador en tres fases entre las cuales nunca se encuentran totalmente aisladas. En definitiva podemos advertir la solvencia constructiva que se desprende del repertorio mental del escritor los cuales vinculan inicialmente la identificación emocional frente a la realidad. Poéticamente hablando el verso consigue un auge en la conducta cuando la imaginación va más allá del cuerpo y la ensoñación plasma de manera original un mecanismo diferente de comunicación. Así, en un inicio, el escritor genera una auto-empatía con su alma y al escribir su cuerpo se sumerge en una voluntad frágil e intolerable. Por otra parte, en lo que respecta a la segunda fase aquí se converge la materialidad inteligible del producto terminado que al final encuentra un conflicto real de perfección.

El libro en mención plantea relevantemente la idea precisa que existe sobre los espacios emocionales que recorre el alma para poder idealizar el pensamiento, grabar sobre el aliento corporal un recuerdo que sobrepasa los límites posibles de las cosas que guardan similitud con el pasado. Es decir, realiza un recorrido mental de manera paralela entre lo real y lo irreal ya que nada se aísla por completo del mundo impregnando el recuerdo por más complicado que sea. Alberga un silencio temporal mostrándose en algún día para irrumpir en el lenguaje y decir su verdad por más lejano que sea al presente. “El huerto de los alientos” de de José Manuel Luque marca la disposición activa de un paradigma que recorre la constante temporalidad en los cuales se mueve la palabra, un asentamiento propicio para poder decir una verdad sin estar detrás de las ventanas y poder hacer del presente una mujer que se enamora, que irradia belleza aun cuando tenga los pantalones despintados y rotos, los cabellos teñidos y no muestre modales más que una sonrisa esquiva y fulminante. Así la belleza que nos detalla Luque es la belleza que guarda las formas a través del tiempo. Todo valor humano en la poesía ha adquirido un sentido superior al que pudiera ser idealizado y así la palabra se enfrenta al presente de manera libre y armoniosa.

El poema “Escenas al filo del sueño o una mujer llamada Eva”, enfrenta una dualidad delirante y procaz sobre el deseo y la necesidad corporal inherente al instinto más que la reflexión. Es un libro fascinante donde hay mucho que decir por la forma de cómo está vinculada a la realidad.

Favio Álvarez Ojeda
Huachipa, 19 de setiembre de 2011

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